
Naturalmente la condición de las papas se iba deteriorando con el tiempo. El fastidio de acarrear esa bolsa a todo momento les demostró claramente el peso que cargaban a diario en sus corazones y en sus vidas debido al resentimiento. También aprendieron como, mientras ponian su atención en la bolsa para no olvidarla, desatendian cosas que eran mas importantes.
Este ejercicio me hizo pensar sobre el precio que pagamos por no perdonar algo que ya hemos pasado y no podemos cambiarse. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro, sin darnos cuenta que los primeros beneficiados somos nosotros mismos. Todos tenemos papas pudriéndose en nuestra "mochila" sentimental. La falta de perdón es como un veneno que tomamos diariamente a gotas pero que finalmente nos termina envenenando.
Muchas veces al primero que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron como hubieras querido que fuesen. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo. El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó…
En resumen vaciar la mochila para ir mas livianos por la vida.
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