Cuando el año pasado comencé a estudiar dibujo y pintura, no había en mi ninguna intención artística, inicié este aprendizaje como un proceso de apertura de mi alma, para poder manifestar las sensaciones que querían emerger de mi interior.
El primer sentimiento que me desbordó fue el de igualdad entre la mujer y el hombre y la importancia del aporte de cada uno en la gestación de un nuevo ser.
En la obra, la mujer, representada con la seguridad que da el cuadrado, aporta sus matices y formas, mientras que el hombre, en este caso el círculo, entrega sus colores y trazos. De ambos, surge la tercera zona con características únicas, surgidas de lo mejor de cada parte.
Este primer cuadro, al que llamé “Equidad” y en el que trabajé varios días hasta que una noche lo soñé literalmente, es un humilde destello de mi interpretación de lo que deseo que sea mi hija.
El primer sentimiento que me desbordó fue el de igualdad entre la mujer y el hombre y la importancia del aporte de cada uno en la gestación de un nuevo ser.
En la obra, la mujer, representada con la seguridad que da el cuadrado, aporta sus matices y formas, mientras que el hombre, en este caso el círculo, entrega sus colores y trazos. De ambos, surge la tercera zona con características únicas, surgidas de lo mejor de cada parte.
Este primer cuadro, al que llamé “Equidad” y en el que trabajé varios días hasta que una noche lo soñé literalmente, es un humilde destello de mi interpretación de lo que deseo que sea mi hija.
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